VITORIA FUE LA CIUDAD QUE PROCRAMÓ REY DE ESPAÑA A JOSÉ NAPOLEÓN I, ANTES QUE NADIE. Eso sí, “POR IMPERATIVO LEGAL”

¿Sabías que fue en Vitoria y las instituciones alavesas quienes proclamaron, un día antes que nadie del territorio español, el 11 de julio de 1808 a Jose I, Napoleón, como rey de España?. Eso sí, en su descargo, lo hicieron por imperativo legal, “a fuerza cedida” como se decía antes. Era o eso, o ser pasados por las armas.
Vitoria, en estos principios del siglo XIX, ya empezaba a ser una ciudad de militares. Era lo que tenía ser frontera no sólo con Castilla o con Navarra… sino también con Francia, aquí estaba una de las fronteras con el país vecino. Han habido años en que la guarnición militar era de más del 10% de la población de la ciudad, lo que acarreaba innumerables problemas con la población autóctona al tener que alimentarse y provocar no pocos altercados (se guarnecían en los antiguos conventos de Santo Domingo y San Francisco y algún otro cuartel de la ciudad). En 1808 la situación era irresistible para la ciudad, ya que en la ciudad acampaban, aparte de los soldados españoles que hubiera, hasta 6000 soldados franceses de los que ya estaban ocupando el reino de España.

Vamos primero vamos a establecer primero la situación de este momento histórico:


– Finales de 1807, el ejército francés había entrado en la península (estableciéndose en Salamanca) con la excusa de atacar al reino Portugués. Francia era aliada de España en ese conflicto con Portugal y por eso no se opusieron a esta entrada de tropas francesas, al contrario, las recibieron muy bien, casi como salvadores. Pero Napoleón tenía intención de aumentar su imperio, no ayudar a nadie: siguieron entrando tropas, acantonándose en Valladolid, luego en Burgos…. En febrero ocuparon ya Barcelona y bajaron para Andalucía.
– En marzo de 1808 se producirá el motín del Palacio de Aranjuez (impulsado por el príncipe Fernando contra su padre y el primer ministro Godoy, verdadero poder en la sombra). Estos sucesos terminan con la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII. Ese mismo mes Francia, con el general Murat, ocupaba Madrid.
– El descontento ciudadano contra los franceses iba en aumento debido a los numerosos pillajes, robos, violaciones de mujeres, asesinatos incluso… de la soldadesca francesa, muchos de ellos mercenarios. En mayo de 1808 estalla en Madrid la revolución del 2 de mayo, una rebelión contra los franceses, con ciudadanos armados y apoyada por algunos militares españoles, que termina con el ejército francés ocupándolo todo, con casi 1000 franceses muertos y otros tantos madrileños entre muertos en el combate y fusilados luego. La revolución o guerra de independencia contra los ocupantes franceses estaba comenzando aunque al principio los grandes poderes apoyaron al nuevo rey francés y sus leyes liberales contra el absolutismo).
– Tras ello, ese mismo mes de mayo ya hubo diversas insurrecciones empezando el 23 de mayo con la deserción de los 700 soldados del cuartel de ingenieros de Alcalá de Henares que huyen con la caja de dinero a Valencia para comenzar la insurrección, será el primer suceso armado que dicta el comienzo de la guerra de independencia, seguirían altercados en Oviedo, A Coruña, Granada, Badajoz, Cádiz, Barcelona y muchas otras ciudades…, Los enfrentamientos armados y batallas de guerra empiezan a sucederse desde junio , ganando algunas batallas los españoles y por ello finalmente es el propio emperador Napoleón quien decide entre 1809 y 1810 venir en ayuda de su hermano con 250.000 soldados a conquistar España, cosa que hace en poco tiempo. Por cierto, los dos hermanos no se llevaban tan bien, sus ideas revolucionarias eran bastante diferentes en realidad: José era un republicano liberal y quería reformar España, quería la igualdad, la fraternidad….y quitar el poder total de la iglesia (que justo eso le valió perder la guerra seguramente ya que la iglesia que al principio no decía nada porque José era católico, vio que le quitaban el poder y claro, se alineóo totalmente contra los franceses y su revolución ilustrada). Sin embargo el emperador era eso, un emperador que quería más tierras para sí. Tanto es así que en febrero de 1810 Napoleón puso las provincias vascas, Navarra, Aragón y Cataluña bajo gobiernos militares independientes en detrimento de la autoridad de su José I e incluso llegó a anexionar Cataluña al imperio francés, que en ese momento dejó de ser España, una vez más. Pero en España la gente siguió la lucha, en base a guerrillas rurales sobre todo, desde los guerrilleros castellanos o andaluces o norteños a los somatens catalanes, los miqueletes…, quienes continuaron la pelea durante 4 años acosándolos con acciones y ayudados por el ejército español y el inglés. Al final, terminarán expulsando del todo a los franceses en 1814 (tras la decisiva batalla de Vitoria de 1813, por cierto), volviendo al trono Fernando VII (el nuevo rey nunca dejó volver a España a su padre Carlos IV).
– Volviendo a los reyes…. El emperador Napoleón recelaba de Fernando VII así que en abril convocó a la familia real española en Bayona y allí retuvo a los dos reyes, Fernando VII y Carlos IV. Luego “invitó” a Fernando a que devolviera la corona a su padre Carlos. Finalmente, el 10 de mayo, Fernando, presionado, aceptó devolver la corona sin saber que justo antes, el 5 de mayo, Carlos IV (eso sí, a cambio de una renta de 30 millones anuales, que para eso es un borbón) ya había pactado la cesión de sus derechos a la corona en favor del propio Napoleón quien iba a designar como nuevo rey de España a su hermano José, garante del liberalismo francés (en esta época nace la Constitución española de 1812, la más liberal de la que había en Europa y aunque duró poco por la vuelta de Fernando VII, en 1820 se obligó a dicho rey a jurar sus leyes, democratizando algo el país).
En esos momentos, Vitoria, que era considerada una frontera en esa época, tuvo hasta 6000 soldados franceses acampados en los diferentes cuarteles y exconventos de la ciudad.
El 8 de junio Napoleón ya quiso nombrar rey de España a José, su hermano, pero este no aceptó y la segunda vez, el 5 de julio, en la historia que ahora contamos, sí aceptó, entrando en Madrid, como rey, el 20 de julio de 1808.
Pero antes de Madrid…pasó por Vitoria, donde un día antes había sido proclamado Rey de España y…, no lo voy a contar yo, lo va a contar Marcial Martínez Aguirre, quien en la revista “La Ilustración de Álava, de 1887, lo contaba de esta forma (transcribo con la gramática de la propia revista aunque he quitado algunos párrafos más repetitivos para no alargar demasiado esta entrada):

“El ilustrado autor de la «Historia general de España,» D. Modesto Lafuente, al relatar los acontecimientos que tuvieron lugar en el año de 1808, dice que José Napoleón, hermano del emperador, proclamado en Bayona rey de los españoles, salió de esta ciudad francesa el 9 de Julio, y que á su entrada en Irún, San Sebastian, Tolosa y demás pueblos del tránsito hasta Vitoria le esperaban las autoridades y corporaciones para cumplimentarle, añadiendo que en Vitoria había sido proclamado ya la víspera de su entrada. Es un hecho exacto, y sobre una verdad histórica reconocida no cabe discutir. Dicho asi, á secas, pudiera, sin embargo, dar lugar á creerse que Vitoria se había adelantado á lodo el resto de España, por un acto de amor al nuevo soberano ó de servil adulación, más que á José á su hermano, el poderoso avasallador de Europa, y esa apreciación no sería exacta ni justa. Y es lo es lo que nos mueve a publicar el siguiente articulo histórico.
CÓMO SE PROCLAMÓ EN VITORIA Á JOSÉ NAPOLEÓN.
[…] las innumerables raciones que había que dar diariamente, lo mismo a las tropas de tránsito que á las de guarnición (unos 6000 soldados franceses) […]… aniquilaban completamente todas las fuentes de producción, en términos que la Diputación se vio en la necesidad imprescindible de acudir á Madrid con varias representaciones al gran duque de Berg, lugarteniente del emperador Napoleón y jefe de las fuerzas imperiales en España, á fin de que se le fuera dando dinero con que atender á tantas perentorias atenciones como llovían sobre esta desgraciada provincia. […]
Todo esto, unido á la excitación en que se encontraban los ánimos, de que ya habían dado una prueba bien manifiesta al romper los tirantes del coche de Fernando VII el dia y en el momento mismo en que iba á salir para Francia (los reyes pasaron y pararon en Vitoria en el camino a reunirse con Napoleón en Bayona y unos vitorianos trataron de impedir esa salida porque decían que era una trampa al rey Fernando urdida por el emperador Napoleón, algo que luego se confirmó ya que fue hecho prisionero y obligado a abdicar), darán una idea, aunque incompleta, de la situación angustiosa de la Diputación general (Miguel Ricardo de Álava sólo obtuvo de Madrid trescientos mil reales, en vez de dos o tres millones que pedía la Diputación).

El 6 de Julio, D. Pedro Ramón Echevarría, diputado general, recibió un oficio del ministro de Estado, que residía en Bayona de Francia, cuyo contenido no podía ser más alarmante y opuesto á los sentimientos patrióticos de la provincia. Decía el ministro en la real orden citada que por tratados ajustados en 5 y 10 de mayo del mismo año de 1808 entre el emperador Napoleón y la familia real de España, había ésta abdicado la corona en el primero, y á su vez Napoleón bahía dispuesto cedérsela á su hermano José, quien al ocupar el trono de Carlos V tomaría el título de I de su nombre, y deseaba que se proclamara en Vitoria en el término de cuatro dias.
Grave era la noticia, y, como todo lo malo, circuló rápidamente por la ciudad, llenando de indignación á sus habitantes. Esta indignación, sin embargo, tenia que ocultarse por las circunstancias. Seis mil hombres victoriosos en cien combates guarnecían la ciudad; se esperaba de un momento á otro la llegada de otros 10.000 y en caso de necesidad llegaría un número suficiente de fuerzas para ahogar en sangre cualquiera manifestaciones de desagrado á los franceses.
En esta situación tristísima, el diputado general que sabia era llegar de á Vitoria el nuevo monarca de un momento a otro, convocó á los procuradores a una Junta extraordinaria para darles cuenta de orden tan apremiante.
El mismo dia, 6 de Julio, a las tres de la larde, se reunían encasa de dicho señor diputado general, por estar ocupada la sala de sesiones de la diputación por fuerzas francesas (dicha sala era una de las del convenio de San Francisco, hoy cuartel del mismo nombre).
Diose cuenta de la real orden y apenas concluida su lectura, se oyeron por todos lados de la sala las exclamaciones más patrióticas. Una sola idea dominaba a lodos: la de no dar cumplimiento á tan repulsivo mandato. Pero ¿cómo eludir ese compromiso, dadas las circunstancias?
Era preciso contestar algo, dar un protesto cualquiera, y después de larga deliberación, en que se expusieron las opiniones mas encontratadas, se llegó á un acuerdo, que desde luego, se dejaba ver, era un medio de aplazar el mandato. Acordó la Junta que era muy corto el tiempo fijado para poder hacer la proclamación del nuevo rey, pues en cuatro dias no era posible preparar festejo alguno que respondiera á la solemnidad del acto. Y con objeto do ganar tiempo se hizo una representación al rey para que se concedieran quince ó veinte dias más, con lo que terminó la sesión de aquel dia. […]
Al día siguiente, 11 de Julio, a las diez y media de la mañana, se reunieron de nuevo los procuradores en el mismo local. Dióse cuenta de un oficio del general Merlín, edecán de S. M. el emperador de los franceses, en el que manifestaba que el rey llegaba al dia siguiente a Vitoria y que para cuando llegase era indispensable estuviese ya proclamado. Era, pues, preciso hacer la proclamación aquel mismo dia sin excusa ni pretesto alguno.
A pesar de orden tan terminante, trataron los procuradores de resistir pasivamente, único medio posible; y para asesorarse mejor llamaron á la Junta al marqués de Monte-hermoso, que habia llegado el dia anterior, a fin de que la informase del éxito que hubiera podido tener la representación al rey. Este marqués de Monte hermoso fue de diputado a Cortes á Bayona por Álava.
No tardó el marqués, una vez llegado á la reunión, en dar su opinión, haciendo ver cuál era el estado del pais; y los procuradores, de común acuerdo, enviaron á los Sres. D. Miguel Ricardo de Álava y D. José de Murga, representantes de Vitoria y Arceniega, para que se viesen con el rey en Vergara, á donde acababa de llegar, y le expusieran lo difícil que era proclamarle en Vitoria sin que antes se hubiese hecho en Madrid.[…]. Tranquilos con estas dos resoluciones se levantó la sesión, acordando que volverían á reunirse entre siete y media y ocho de aquella misma larde, solamente con obeto de enterarse de lo que pudiera ocurrir, y comunicarse sus impresiones con carácter privado y no oficial; pero á las dos de la larde, previo aviso apremiante de la Diputación, acudían apresuradamente á sesión extraordinaria. El motivo de tal apresuramiento era sencillo:
Los Sres Ballesteros y Jérica habían ido á casa del general Merlín y expuesto la determinación de la Junta, y fácilmente se comprende la impresión del jefe francés cuando vio que no se asustaban los procuradores por su oficio y que, sin pensar en cumplimentarlo, habían marchado los representantes á entenderse directamente con José Napoleón á Vergara.  «Esta misma tarde, les dijo irritado, ha de hacerse la proclamación: á las cuatro en punto lo mas larde he de tener yo conocimiento de lo que ustedes acuerdan; y si su resolución es negativa, envío una fuerte escolta con encargo de que no salga nadie de la casa, ni aun los dependientes, hasta que se mueran de hambre.»
A las tres en punto la Junta acordó atenerse á lo ya resuelto, sin temor a las graves consecuencias que podrían sobrevenir, participándoselo así al general […]
Media hora tardó poco mas ó menos la comisión en volver de casa del general Merlin con la orden de que si en el término de quince minutos no se decidía la Junta á hacer la proclamación de José Napoleón, un fuerte destacamento de tropa francesa se situaría en la casa del diputado en que estaban reunidos, para no permitirles la salida.
La Junta acordó mantenerse en su acuerdo Inútil es decir lo alborotados que andarían los procuradores y el pueblo entero con cosas tan graves, mucho más teniendo en cuenta que no se veía solución de ningún género á situación tan tirante.
De repente se pasó aviso al diputado general que una fuerza considerable de granaderos, franceses, con un oficial a la cabeza, quería penetrar en la sala de sesiones.
Salió inmediatamente el diputado general a avistarse con el jefe de la fuerza.
—¿Quién es V. y qué quiere?— preguntó.
—Soy—contestó el oficial- Mr. Fulcon. teniente de carabineros, oficial de la legión de Honor, del regimiento numero 12 de infantería de linea y uno de los individuos que componen la guardia de honor del general Merlin. Mi comisión es impedir que salga bajo ningún protesto de esta casa ni aun el último dependiente, teniendo alemás el encargo de alojarme en estas habitaciones con mi fuerza militar. […]
En estas dudas se encontraba la Junta, cuando llega á su conocimiento lo que pasaba en tanto en la ciudad. Todas las fuerzas francesas que estaban de guarnición en Vitoria se estaban reuniendo en la Plaza Nueva, y se temía que pudieran ocurrir disturbios de gravedad.
Entonces la Junta acuerda levantar la protesta más enérgica y digna sobre la violencia de que era objeto por parte de la fuerza armada, y que solo por virtud de fuerza mayor se procedía á la proclamación del nuevo soberano José I.
Consignada la protesta, se dio conocimiento de todo al oficial Fulcon, quien dio parte de lo que ocurría al general. Media hora después llegaba á la casa de la Junta una gran fuerza francesa con un jefe de batallón.
Procedióse á la designación de los procuradores que habían de llevar el estandarte real y los gallardetes, y bajó la Junta a la calle.
Allí esperaba la fuerza calada la bayoneta, distribuida en dos filas y con hachas de brea encendidas.
Aquello parecía un entierro más que la proclamación de un soberano á juzgar por el sentimiento profundo de tristeza que a lodos dominaba.
De dos en dos marchaban los procuradores en medio de la fuerza francesa y así atravesaron la calle de la Herrería y el Mentirón (la Plaza dela Virgen Blanca actual), llegando á la Plaza Nueva en medio de un profundo silencio. …un tablado, preparado con precipitación, se levantaba en medio de la plaza y las fuerzas francesas, mudas y silenciosas, ocultaban lodo el espacio.[…]
Sentóse el diputado general, y á su derecha é izquierda los señores procuradores, y pasado un corto rato, los comisionados por la Junta se levantaron de sus respectivos asientos, fueron a la casa consistorial, y cogiendo el real pendón de damasco, color carmesí, y dos gallardetes de lafetan blanco con sus varas doradas, que estaban colocados en los balcones de la sala principal, volvieron de nuevo al tablado. Levantóse el diputado general, salió basta la mitad del tablado y cogió el pendón de manos del comisionado. Entonces, con varonil acento, consignó de nuevo la protesta de que sólo á la fuerza cedía, y que de nuevo protestaba del acto.
Hecha la protesta, el diputado general y los procuradores que tenían los gallardetes, se adelantaron al fíenle del labiado. Oyóse una voz enérgica, qué cumpliendo la fórmula de ordenanza, dijo:
«Oíd, oíd, oíd.»
Adelantóse el diputado general, y con voz elevada y pausada dijo:
«Álava, Álava, Álava: Por la católica persona de nuestro rey y señor, don José Napoleón I, ¡que viva!»
Al tiempo de pronunciar estas palabras tremolaba el pendón, lo que repitió á derecha é Izquierda. Un viva se dejó oir en la plaza. Era el viva de ordenanza. Io hacia dado el general Merlin y repetido la guarnición francesa.
Así se inauguraba en España la dinastía del hermano del vencedor de Jena.
Al día siguiente entraba José en Vitoria, y por primera vez dirigía su voz á los españoles por medio de una proclama, explicando sus intenciones. Como vería el nuevo monarca la disposición de los ánimos de los habitantes de Vitoria, á pesar de la solemne proclamación, hecha el dia anterior, mandó el mismo día escribir á su hermano el emperador las siguientes palabras:   «He llegado á esta ciudad, donde he sido proclamado. El espíritu de los habitantes es muy contrarío á lodo esto.»  Y para que se note cuan provincial es lodo: en Vitoria se proclama rey de España por primera vez en territorio español á José Bonaparte, en Vitoria dirige el monarca por primera vez su voz á sus súbditos, y finalmente en Vitoria, en la famosa batalla de este nombre, cae para siempre la injusta monarquía francesa, pudiendo asegurarse que concluía también aquel día de brillar la historia del coloso del siglo, como ya su mismo hermano José se lo había profetizado desde Madrid con aquellas célebres palabras: «Vuestra gloria se hundirá en España».
MARCIAL MARTÍNEZ AGUIRRE»

La proclama y mensaje a los españoles, primer mensaje, lanzado ya como rey, desde Vitoria fue este:

Lo de los Bonaparte y Vitoria es algo que se repitió varias veces.  Tras esta proclamación primera como rey en la ciudad, vino varias veces más. Llegó incluso a comprar el palacio de Montehermoso (foto anterior) a su dueño, Ortuño María de Aguirre Zuazo y del Corral, Marqués de Montehermoso, donde vivía y donde se reunía con la esposa del marqués, Pilar Acedo, su amante, con su beneplácito (quizá la compra, a buen precio, del palacio era el pago a su silencio). Este palacio fue sede de la corte española con José I durante estos meses entre septiembre y noviembre de 1808, mientras esperaba al emperador Napoleón, que venía a ayudarle militarmente tras algunas derrotas como la de Bailén (el hermano mayor, el emperador, se alojó en otra casa, a las afueras, la que hoy todo el mundo llama “Casa de Napoléon” o Etxezarra, en la calle Portal de Castilla, entre el 5 y el 9 de noviembre. En esa casa, junto a sus lugartenientes, se trazó el plan de batalla del emperador para recuperar militarmente España para su hermano). (En la foto siguiente,  Etxezarra en 1953)

También paró en Vitoria Jose I en mayo de 1811, cuando iba de camino a París por el nacimiento del hijo del emperador, acompañado de los marqueses, donde el marqués murió. A la vuelta en junio, volvió a hospedarse en Vitoria. Y por último, en Vitoria estuvo en junio de 1813, cuando ya iba huyendo hacia Francia y donde se libró la batalla de Vitoria el día 21 de junio y el palacio fue saqueado. Ese día partió “por patas” teniendo que dejar, en la carrera, parte del botín que se quería llevar (para el día 28 ya estaba en Francia aunque a punto estuvo de ser preso en Elorriaga ese día 21).
José Bonaparte escribió aquella primera vez en que fue proclamado rey en Vitoria: «He llegado a esta ciudad donde fui ayer proclamado rey. No hay un solo español que se declare adicto, excepto el pequeño número de personas que viajan conmigo». Eso sí, se llevó durante unos años un gran tesoro de Vitoria, a Doña Mª del Pilar de Acedo y Sarría, condesa de Echauz y señora de Montehermoso, una Tolosarra de 24 años (que se había casado con 16 años con el marqués alavés de Montehermoso) de la que se enamoró y fue amante (que al final, viuda del marqués desde 1811 y acabada la relación con el rey, acabó casada con un oficial real imperial y murió sobre el año 1869 en el castillo de Bears donde vivía).

¿Un día habría que hacer una película de esta bonita historia de amor, no creéis?. Espero que os haya gustado la historia. Abrazos virtuales

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